La farándula y los espabilados

La señora Sara, profesora de interpretación y coreógrafa, empezó contando a sus alumnos de primero la realidad del mundo de las artes. La realidad aprendida después de más de 50 años por escenarios, salas de exposiciones y conciertos, ferias, etc.

- Como por todos es bien sabido el mundo de la farándula tiene algo especial. Vivirlo desde dentro es una experiencia única que te cambia para siempre, que te hace crecer como persona. No importa si participas como músico, actor o artista plástico, la gente de este mundo está hecha de una pasta especial, que no se encuentra en ninguna otra profesión del mundo. Por lo general, esta es una gran familia donde nos queremos, nos apoyamos los unos a los otros y compartimos las penas. Pero,como en todas partes, hay que tener cuidado. Siempre ha habido gente espabilada, como el señor Vicente Romano, promotor de eventos...

De pronto el aula se revolucionó en murmullos y un alumno de última fila levantó la mano y preguntó:

- Doña Sara, ¿ese es el individuo del que hablan los medios? ¿el que se ha hecho rico a costa de estafar a artistas, asociaciones y fundaciones, así como, a las instituciones públicas?

Los murmullos se convirtieron en un jaleo, cuando Doña Sara les contó:

- Mis queridos alumnos, los artistas solemos estar unidos y ser honestos entre nosotros, pero eso no quiere decir que siempre demos con gente así durante el ejercicio de nuestra profesión. Sobre todo cuando hablamos de promotores, que son personas que simplemente se enriquecen de organizar eventos y de lo bien que vayan éstos. Es decir, habrá promotores que sean grandes profesionales, que sepan que un evento (obra de teatro, concierto, exposición,...) depende de los artistas y se preocupen de que se les trate bien (sobre todo si vas de otra ciudad o país), se cuiden y respeten sus obras, cobren su sueldo, etc. Pero habrá otros, como el susodicho Sr. Romano, que...bueno...  para ello os voy a contar una experiencia propia que me pasó con él...

La algarabía en el aula se volvió abrumadora y, tras mandar silencio, Dª Sara prosiguió su historia:

- Hace muchos años, cuando yo aún tenía vuestra edad y era una novata en este mundo, aún no hacía interpretación y danza, me dedicaba a dar clases de manualidades para niños y dar pequeños conciertos y exposiciones didácticos con una amiga. Esos trabajos pagaron mis estudios. Pues resulta que una vez nos llamaron de un ayuntamiento para un taller de modelado con arcilla polimérica. Nos pareció estupendo y mandamos un presupuesto. Total que no nos contestaban a ver si lo aceptaban o no, por tanto nosotras pasamos del evento, aunque lo dejamos apuntado en la agenda "por si acaso". Total que llegó el día y, al no tener noticias de esta gente, pues decidimos no ir, a las 8 de la mañana. Al rato, el tal Vicente llamó a mi compañera medio llorando, implorando y rogando, que tenemos que ir, que está anunciado y ya hay gente apuntada. Mi amiga le dijo que sin el presupuesto aprobado no íbamos a ninguna parte y le colgó. A los 5 minutos, en nuestro correo electrónico estaba el presupuesto aprobado y sin ninguna queja, pero mandado por empresa privada en vez de por el Ayuntamiento (¿?), que era quien remitía los correos, o eso parecía. Total, que agarramos el material y nos fuimos. A todo esto sin saber para cuantas personas era el taller, ni nuestro horario, ni nada de nada. Tras 2 horas de coche, llegamos y el señor este salió a recibirnos, nos mostró nuestro sitio y desapareció. Nos colocó junto al escenario, a dar un taller mientras actuaba un grupo de tamborileros con amplificación. Ni gritando al oído de los alumnos me escuchaban. María, mi compañera, llamó al tal Vicente para decirle que así no se podía trabajar y le soltó que hiciéramos lo que nos diera la gana con nuestra mesa, pero que teníamos que quedarnos allí también por la tarde y volver al día siguiente a lo mismo, cosa que en nuestro presupuesto no aparecía por ningún lado (era sólo para 1 taller por la mañana, 2 si venía mucha gente) ni nadie nos había avisado pero que estaba anunciado en el folleto oficial del evento. Le dijimos que eso así no era, que él no nos había informado de eso y que no íbamos a volver a día siguiente, que si quería que lo anunciara por megafonía, le hacíamos el favor de darlo por la tarde. Cuando uno está empezando, no quiere quedar mal con los ayuntamientos, sólo que en este caso, hasta después no confirmamos que este personaje escribía desde el correo del ayuntamiento pero era una empresa de ocio y eventos (aún no nos explicamos cómo podía hacer eso). Bueno, durante la hora de comer, María se acercó al coche a por unas cosas y descubrió que se lo había llevado la grúa, a pesar de tener un cartel (proporcionado por el evento) de carga y descarga. Las siguientes dos hora nos las pasamos entre la policía y el depósito municipal, pagando multa y grúa. Esas dos horas era nuestro rato de comer, en teoría paella gratis que había para todos en la plaza. Pero no comimos. Aún recuerdo llegar a la cola y mandarme para atrás: "se ha terminado ya", mi cara tuvo que ser un poema porque una señora se nos acercó y nos preguntó si habíamos comido, le dijimos que no, que no habíamos ni bebido agua desde que llegamos (7 horas antes): "qué poca vergüenza, que os traen a trabajar y no os dan ni de comer ni agua". Al rato la señora apareció con dos bocadillos de jamón y queso y dos refrescos, casi lloramos, eran las cinco de la tarde. A las seis empezó el último taller que íbamos a dar, el tercero del día (cuando sólo estaba aprobado 1), cuando se me acercó una madre a preguntarme quien nos había contratado, de donde veníamos, etc. Le señalé al señor Vicente y muy sería me dijo: "trabajé dos años con él, no os vayáis de aquí sin haber cobrado", me puse blanca y me siguió explicando: "ese señor lleva años organizando todos los eventos del pueblo, pero ninguna empresa le dura más de 3-4 años, no tienen web, ni oficina, sólo están dados de alta como empresa pero con otro nombre, y, muchas veces no paga a quienes contrata. Ya ha pasado antes, nadie del pueblo quiere trabajar con él". Otra madre que pasaba por allí y escuchó un poco, se metió para decirnos que si hacía falta testificar ella se prestaba, otros padres nos hicieron fotos y vídeos y nos dijeron que así tendríamos pruebas de que habíamos estado allí y el trabajo estaba echo. El miedo empezó a invadirnos y, en cuanto pudimos, salimos de allí escopeteadas. No sin antes ir a hablar con el tal Vicente sobre el pago de nuestros servicios, a lo que secamente nos contestó: "os mandaré un talón en esta semana". Talón que llegó a los 18 días, sin fondos.

Información:

Relato presentado al concurso semanal del Grupo de Escritura Creativa Cuatro Hojas. Para leer el resto de relatos presentados u otras convocatorias: https://editorialcuatrohojas.com/blog/

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