La cúpula 82 (III)
Exactamente a las 5 en punto de la mañana una sirena empezó a vociferar a intervalos regulares, con esa voz metálica e insoportable, acompañada de una luz parpadeante. Eso indicaba el comienzo de la jornada. En exactamente una hora tenía que estar aseada, dejar el cuarto impecable, con el uniforme puesto y la mochila lista; para tomar el desayuno mientras su superior les indicaba las órdenes u objetivos del día.
Como era nueva la dejaron en el nivel superior, clasificando y catalogando. A aquel sitio había que ir aclimatándose poco a poco. En la parte más profunda hacía tanto calor, debido a la radiactividad, que incluso con los super-trajes de protección (cedidos por el ejercito) no aguantaban más de 2 horas.
Aún así debía ponerse un traje de protección básico, hasta el aire de ese lugar es tóxico y, no digamos, cualquier objeto que se encuentre allí.
Tras recibir las órdenes de la jornada, se dirigió hacia la zona del transporte: un tren-ascensor que les bajaba hasta la inhóspita profundidad de la tierra, dónde les esperaba la historia enterrada.
Como era nueva la dejaron en el nivel superior, clasificando y catalogando. A aquel sitio había que ir aclimatándose poco a poco. En la parte más profunda hacía tanto calor, debido a la radiactividad, que incluso con los super-trajes de protección (cedidos por el ejercito) no aguantaban más de 2 horas.
Aún así debía ponerse un traje de protección básico, hasta el aire de ese lugar es tóxico y, no digamos, cualquier objeto que se encuentre allí.
Tras recibir las órdenes de la jornada, se dirigió hacia la zona del transporte: un tren-ascensor que les bajaba hasta la inhóspita profundidad de la tierra, dónde les esperaba la historia enterrada.
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