La tormenta
A la luz de una vela se quedaron tras el apagón provocado por la tormenta. No les importó lo más mínimo, esa tenue y pequeña luz era suficiente para ellos. El viento azotaba fuerte contra la pared de la cabaña dando la impresión de que podía tirarla abajo en cualquier momento. El tejado y las ventanas vibraban al son del vendaval y la lluvia. El mar pegaba con tal fuerza en el acantilado, que, a veces, las olas se veían saltar por encima del mismo. En ese pequeño cuarto, única estancia de aquella diminuta cabaña, encendieron, a duras penas, la estufa de leña. La noche, cada vez más cerrada, sin estrellas, daba miedo. No sabrían si aquel lugar seguiría en pie a la mañana siguiente, o si habría un mañana para ellos. Decidieron acurrucarse juntos. Y la luz de esa única vela, fue testigo de un amor tan grande que ni la peor de las tormentas podría destruir.
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